“El tema de las fake news me pone de tan mal humor que he decidido cursar un doctorado para intentar denunciarlo”, dice Ania Korsunska.

Se refiere a esos típicos artículos de Facebook con títulos tan ridículos como “los pedos pueden curar el cáncer” o “el queso provoca cáncer”.

Ania Korsunska está cursando su doctorado en la Universidad de Temple, y estudia básicamente cómo se difunde información errónea sobre temas de salud y de medicina.

Resulta algo fascinante, así que quisimos saber mucho más sobre lo que ha investigado.

La desinformación en torno a la salud

“A todo el mundo le preocupa la desinformación política, pero no es mi principal foco de estudio”, explica Ania.

“Por un lado, creo que el trasfondo de la desinformación política es muy malicioso, ya existe la intención de engañar y eso me hace perder toda fe en la humanidad. Prefiero estudiar cosas que, según creo, se están convirtiendo en información errónea de forma involuntaria y podemos actuar para prevenirlas”.

“En la literatura académica, la gente hace una distinción entre“ disinformation ”y“ misinformation ”. La primera tiene la intención de ser engañosa. La segunda ocurre cuando le ha sucedido algo a esa información y el contenido se ha distorsionado.”

Ania se aproxima al problema desde una perspectiva estructural. Observa todo el proceso, desde la fuente original donde se origina la noticia hasta la difusión en medios, y dónde y por qué se ha distorsionado por el camino.

Idealmente, al encontrar los puntos que causan la mayor distorsión, se pueden tomar medidas y se puede prevenir o al menos minimizar la propagación de información errónea.

Este es un ejemplo del proceso de distribución:

Un artículo académico publicado se resume a menudo en un comunicado de prensa. Ese comunicado de prensa luego se distribuye entre los periodistas. Luego, los expertos de la información interpretan el comunicado y eligen si publicar o no una historia, o al menos un aspecto particular de la misma.

A menudo, otros bloggers interesados ​​en el tema recogen la misma historia, y los artículos se empezarán a comentarse y compartir en línea a través de las redes sociales. La historia podría luego traducirse a diferentes idiomas y compartirse por todo el mundo.

En cada paso de este camino hay una oportunidad de que la información pase por algún nivel de filtrado o distorsión.

“Las personas que están tomando la información paso a paso tienen ciertas restricciones e incentivos, y en cada fase algo nuevo puede suceder con esa información. Es como un “teléfono escacharrado” que puede degenerar en un mensaje ridículo.”

Los tipos de titulares que pueden surgir del proceso resultan cómicos, en muchas ocasiones, pero Ania asegura que los resultados de estos procesos no son siempre divertidos.

“Pueden darse noticias graciosas, como la de ‘los pedos curan el cáncer’, pero a veces la vida de las personas puede verse realmente afectada. Por ejemplo, cuando ves cosas de actualidad como lo que está sucediendo ahora con el movimiento contra la vacunación”, dice Aria.

“Es el mismo proceso que el de la distorsión de la investigación científica. Quiero entender por qué pasa. Una vez que entiendes por qué se pueden buscar soluciones”.

‘Los pedos curan el cáncer’: un caso de éxito

Ania ha demostrado cómo funciona el proceso analizando un estudio publicado en 2014 en el “Journal of Medicinal Chemistry Communications”. El título original era: “The synthesis and functional evaluation of a mitochondria-targeted hydrogen sulfide donor, (10-oxo-10-(4-(3-thioxo-3H-1,2-dithiol-5-yl) phenoxy)decyl) triphe nylphosphonium bromide (AP39)”.

La historia terminó siendo reportada como errónea después de aparecer en varios medios. Como señala esta experta, el estudio no tenía en su base una teoría sobre cómo curar el cáncer.

La investigación comenzó con la publicación de un artículo. La Universidad de Exeter escribió un comunicado de prensa y lo distribuyó. Pero no todos los que trabajaron en la investigación lo interpretaron como estaba previsto.

La prensa general focalizó en “los pedos” y “el cáncer” como los puntos centrales de la historia. Esos elementos fueron luego recogidos por otros medios de comunicación y las historias en torno a la investigación comenzaron a expandirse aquí y allá, aunque ya no eran fieles a la pieza original. Este diagrama muestra la difusión de la historia:

Según Ania, todavía registra distintas versiones de esta historia, 5 años después. Los amigos le envían los enlaces cuando ven que se está compartiendo. A pesar de algunos intentos por corregir las cosas, es prácticamente una causa perdida.

Investigaciones recientes han demostrado que la información errónea se extiende mucho más rápido que las correcciones. Estas últimas nunca se ponen al día. Las personas nunca difunden correcciones y por eso no llegan tan lejos como la historia original”, admite Ania.

Estructuras e individuos

“Hay un problema entre la red académica y los medios de comunicación relacionado con la forma en que interactúan. Sucede un conflicto estructural que favorece la distorsión y que se difunda la información errónea”.

Por lo tanto, cuando se trata de “arreglar” el problema de las noticias falsas es aquí donde deberíamos enfocarnos. Cuando Ania le pregunta a la gente por qué las noticias falsas se han convertido en algo tan importante, a menudo recibe respuestas simples.

Los argumentos comunes que escucha son “las personas son estúpidas”, “los periodistas son perezosos” y “los medios de comunicación necesitan clics”.

“Cuando quieren solucionar este problema, la gente nos dice que necesitamos sentar a las personas que están equivocadas y decírselo. Pero cambiar la mente de las personas es una de las cosas más difíciles y no somos los mejores en eso. La gente cree lo que quiere creer. Hay que verlo más desde un punto de vista estructural. Así tendremos la oportunidad de evitar que la información científica se convierta en información errónea”.

“Poseer un alto nivel tanto en ciencia como en alfabetización mediática podría ser de gran ayuda”, explica Ania.

“Hay muchas cosas que podrían ayudar al público a la hora de discernir entre la verdad y la ficción: por ejemplo, saber cómo funciona la publicación académica, qué revistas son fuentes confiables de información, cómo leer un artículo académico, entender cosas como el tamaño de la muestra…

Cómo funciona la ciencia o por qué los científicos nunca dicen las cosas con absoluta confianza, explica.

“Es importante ser crítico con lo que leemos sobre los descubrimientos científicos”, dice Ania. Cuando dos estudios se contradicen entre sí, ¿qué podemos pensar? Si la ciencia no puede decirnos qué es verdad, ¿en qué podemos creer?

Aquí es donde la educación puede jugar un papel importante, dice ella.

“Tememos lo que no entendemos. Si las personas no entienden la ciencia, entonces estamos retrocediendo: terminamos confiando más en las cosas que escuchamos de los amigos que en el consenso científico”.

Incluso si creemos en el rigor científico, la verificación de datos puede ser una pesadilla para cualquier lector.

Le pasó a Ania en su estudio. “Leía cosas como ‘el queso causa cáncer’ y me decía genial, ¿dónde están las citas? Hago clic en todos los hipervínculos para ver dónde llevan y resulta que se dirigen a otros blogs. A veces llegas al documento de investigación pero no puedes acceder a él porque tienes que pagar”, dice Ania.

“Si te encuentras con un documento de pago lo único que puedes leer es el comunicado de prensa. Tiene la intención de difundir la información al público, por lo que puede ser simple en exceso o incluso sensacionalista.”

Ciencia y certeza

Al visualizar la difusión de información como una red, puedes ver fácilmente cómo puede saltar de una fuente a otra y lo fácil que es la propagación de una noticia por medios no tradicionales como Youtube y Facebook.

“La gente obtiene información de fuentes no tradicionales como Instagram o Snapchat, aunque aún tengamos periódicos tan buenos como el New York Times”, se ríe Ania.

Tenemos acceso a mucha información y todas las fuentes compiten por nuestra atención.

“Cuando rastreas la información, puedes ver cómo cambian los niveles de certeza en el idioma cuando habla un científico o cualquier otra persona. Las publicaciones científicas dirán “teniendo estas pruebas a mano, encontramos ‘esto’, pero necesitamos hacer más investigación”.

Y eso sí que podrá convertirse en la cura para el cáncer.

Ania dice que los científicos no están entrenados para convencer al público, ese no es su trabajo. El resultado es que la voz de la comunidad científica puede parecer débil frente a voces que suenan más convincentes, pero menos cualificadas, y que están en realidad despreciando el trabajo científico.

“Necesitamos que más científicos se muestren seguros en cualquier debate. De hecho, más expertos están hablando en podcasts y programas de televisión. Necesitamos que aprendan cómo trasladar la ciencia al resto de la sociedad. No están haciendo hasta ahora un buen trabajo a la hora de convencer, pero es porque les falta esa capacitación”.

Gracias, Ania, por esta magnífica entrevista. Puedes leer más sobre el caso de éxito del que hemos hablado aquí. También ponemos a tu disposición el documento “The Spread and Mutation of Science Misinformation en este enlace.